Con la aceptación surgió el dilema de conservar o no las cosas que eran de Dari. Si bien, ella siempre tendría un lugar en nuestra alma y corazón, no ocupaba ya un sitio en el espacio de la casa, por más que toda ella estaba llena de los recuerdos de su paso por esta vida. Para mí lo más sensato era desarmar su habitación, la cual seguía intacta desde su muerte.
En realidad existe un rincón, el cual se convirtió en el altar de Dari. Si bien nosotros no tenemos esa costumbre como los mexicanos de armar altares, yo lo quise hacer para que su imagen esté presente siempre. Al principio fue como un recurso desesperado para que nadie se olvide de ella, pero luego ya quedó y forma parte de la estructura y reorganización de la casa.
Las paredes están repletas de sus garabatos, aún no podemos volverlas a pintar. Ese paso queda pendiente, a pesar de que yo entiendo que conservarlos no garantizan que ese recuerdo quede perenne en el tiempo. Es que ese paso lo debemos hacer en familia y cada uno tiene su propio tiempo para aceptar, para seguir. Y así como mi familia respetó mi proceso yo respeto los suyos, ya habrá tiempo para lavar de vuelta la cara a la casa.
En cuanto al dormitorio, había sido cerrado con llave al día siguiente de la última misa realizada en su memoria. Entrar en ella significaba derramar ácidos sobre esa herida tan nueva, tan reciente y la cual crecía sin piedad. Por ello, decidí cerrar esa puerta, creyendo que así el dolor sería menor. Todo lo contrario, una parte mía quería echarse a llorar y morir en esa cama, que apenas tenía uso, ya que la mayoría de las veces, para no decir siempre, ella dormía conmigo.
Entrar ahí significaba respirar hondo para que ese olor no se vaya nunca, impregnarse de ese aroma de Dari, porque ese era el objetivo, olerla, percibirla de alguna manera. En ciertas ocasiones, Raúl me confesó que entraba solo para tomar uno de sus zapatos o una prenda y tratar de respirar su olor…, el cual tal vez ya se había disipado.
Ese lugar permaneció cerrado por casi dos años, cuando después de mucho pensar, y re pensar y en coincidencia con la fecha del día del niño, tomé la decisión de desarmar y donar los juguetes, ropas y demás pertenencias que servirían a otros niños. Así Dari, por medio nuestro, haría lo mejor que sabía hacer, dar regalos de amor.
Justamente en conmemoración al día del niño, una amiga muy preciada, a quien admiro por su vocación de acompañar y enseñar a los más frágiles, a los niños con cáncer, estaba pidiendo donaciones para sus alumnos, y para las familias de estos que quedan en los albergues del hospital al pendiente de la evolución de sus hijos. Sin dudar, conversé con Raúl y las niñas, y en consenso, resolvimos donar. Esa resolución fue comunicada a toda la familia, para que en un tiempo prudencial vengan a tomar un recuerdo de Dari si así lo quisiesen. Nosotros como familia fuimos los primeros en apoderarnos de un objeto como tesoro de los momentos más felices de Dari.
Fue así que vinieron mis hermanas, sobrinos, incluso amigos, a elegir un objeto de sus afectos, que sería el recuerdo del paso de Dari por sus vidas. Luego de ese ritual, hice un inventario de todo lo que se podía donar, de lo que estaba dispuesta a dar, y lo que aún no podía desprenderme. Es así que me llevó varios días hacerlo, pues cada cosa que tomaba, recordaba como jugaba con ello, o si era una prenda de vestir, quien le regaló, o cuando lo compré, sus zapatos, que incluso algunos tenían impresos en las plantillas, las huellas de esa niña, que llenó de color nuestro mundo.
Como todo este trabajo realmente pesado lo hicimos en plena pandemia, muchos de los miembros de nuestra familia no pudieron hacerse presentes, así que también lo hicimos al modo habitual en estos tiempos, de manera virtual, mostrando toda la habitación, para que ese recuerdo sea elegido de manera cuidadosa.
Después de terminar el inventario y la clasificación, llevamos a destino las donaciones, fue raro tener la camioneta cargada de las cosas que eran de Dari, y llevarlas para que sean repartidas a sus nuevos dueños. Fue una mezcla de satisfacción y melancolía, pues cada objeto contaba una historia de Dari, la cual ahora era compartida con otros niños, ella daría un poco de alegría y amor a quienes lo necesitaban con urgencia.
No tenía idea de lo sanador que sería para mí, aceptar que Dari ya no ocupaba un espacio físico y que tampoco poseía cosas. Por más de que existan marcas profundas de ella, creo que esos rastros están más en nuestro corazón que en cualquier otro lugar de la casa. Si bien para mí fue como una tarea que debía cumplir, con ella arrastré a toda la familia. Sé que cada uno tiene su tiempo, su propio proceso. Es por ello que lo último que donamos fue la cuna, un sin fin de recuerdos en ella, saltando, jugando, negándose a dormir ahí, en fin, todo objeto que compartió el corto tiempo de Dari, era importante.
Al principio, ver la habitación vacía fue duro, no lo voy a negar. Pero sentí paz conmigo misma, pues ya no tenía un panteón dentro de mi casa. Porque en eso se convirtió esa parte de la casa, en un mausoleo sin cuerpo, y no quería eso, yo quería que mi casa esté llena de vida. No como cuando estaba Dari ya que soy consciente que nada será como antes. En esta nueva realidad tenía el compromiso de que mi casa siga con vida, en memoria de Dari, y por todos los que seguimos vivos.
El acto de donar, se convirtió en una tradición, siempre en fechas importantes, donde especialmente recordamos a nuestra pequeña, realizamos donaciones a niños, un regalo más de parte de Dari.
Entre todas las enseñanzas que ella me dejó, creo que una de las más valiosas es el acto de dar, porque con ese gesto totalmente desinteresado, recibo más de lo que doy. La satisfacción de poder acariciar el alma por medio de pequeños actos.
Tengo tanto que agradecer, porque cuando escribo, veo todo lo aprendido, lo que conocí, y lo que me queda por conocer. Creo que nada nos interpela más ante la vida como la muerte, con ella realmente comprendí el significado de vivir, sin apegos, sin expectativas, solo mantener abiertos mi alma y el corazón para lo que tengo y lo que vendrá. No es fácil, todos los días es un desafío al cual me lanzo con confianza y esperanza, teniendo como fortaleza la certeza del reencuentro con mi Dari.
Un hermoso texto lleno de emoción, que requiere de mucho valor. Me llegó al alma. Espero que me hayan guardado un recuerdo. Cariños
Muchas gracias Don Fernando, claro que le hemos guardado un recuerdo como un tesoro. Espero que nos veamos pronto para darselo. Un abrazo y cariños a todos
Excelente exposición, te admiro Susi, dentro de un dolor tan intenso, te sobran palabras de alivio y eso reconforta el alma️
Muchas gracias querida Clarita!!!, espero que estes bien y pronto nos veamos y tomemos ese chocolate que ese si que va a reconforta el cuerpo y alma. Un abrazo