A lo largo del recorrido del duelo, llega el aprendizaje de diferentes maneras, por medio de libros, de personas y también de películas, fue una de las formas más placenteras, creo yo, de tratar de entender lo que ocurría a mi alrededor. De manera casi accidental pude ver una serie española llamada Monte Perdido.
Si bien, soy fan del género suspenso y del cine español, por eso la elegí, no sabía que contenía temas relacionados al duelo, de hecho, con esta nueva conciencia veo el duelo en todas partes y en cada película que trate sobre una pérdida, ya que básicamente el duelo es inevitable ante algo que se perdió y causa dolor.
Esta serie trata de unas niñas muy amigas, que vivían en una zona boscosa y llena de montañas, y en un día de invierno desaparecieron… Mejor dicho, fueron secuestradas. No voy a spoilear la serie, pues vale la pena verla. Para mí fue revelador, ya que pude ver como espectadora lo que a mí me ocurrió en el primer año de la muerte de Dari, el terror espantoso a que la olviden.
El hecho de ver que la gente seguía con su vida, para mí significaba que la habían olvidado. Incluso de que ella no fue importante para ciertas personas. En la serie pude ver cómo los demás dolientes mostraban también sus heridas, es decir, como todos de manera diferente sufren por el dolor causado por la pérdida. Así como somos distintos en toda nuestra extensión, todos duelamos de forma distinta. Esto hizo que pueda abrir los ojos ya que me negaba a ampliar la perspectiva de todo lo que tenía alrededor.
Esto dio un giro inmenso en mi cabeza, pues pude entender que las personas que fuimos importantes para nuestro ser querido, no las olvidaremos jamás y con esa simple certeza nos debe bastar. Sí, debe ser así, pues no podemos pretender que todo aquel que lo o la conoció siga manteniendo viva su memoria, o tal vez tengan otra forma distinta para hacerlo no como yo tal vez quisiera.
Es que el afán de no olvidar es tan nocivo que incluso pretendía idealizar la vida de Dari, al punto de santificarla, tremendo, dotarle de tal responsabilidad pues la hacía responsable de lo que sentía y lo que haría con eso que sentía. Ese temor a que la olviden era tan grande que lo único que conseguí fue incrementar la rabia, el rencor, la ira, contra quienes continuaban con su vida y la habían olvidado, según mi cabeza, y, por ende, el veneno de esas emociones nocivas me enfermaba. Creo que, si uno se descuida, la mente puede convertirse en el peor enemigo durante el duelo.
No me fue fácil, pero una vez que entendí y aprendí que jamás vamos a olvidar a aquellos que ya son parte nuestra, una vez que acepté que Dari ya se encontraba dentro mío, en el lugar más seguro del mundo que es mi corazón, con ese aprendizaje, obtuve un poco de paz.
En el trayecto por el camino de lágrimas, no solo se pierden los líquidos que lloramos, se incrementa también la angustia, la tristeza y la desolación. Es sumamente importante hidratarnos no solo con el agua, sustancia vital, pues limpia, sino también debemos nutrirnos con paciencia, amor y esperanza.
Reitero nuevamente mi recomendación de cuidarnos a nosotros mismos primero para poder terminar este recorrido con éxito. Leí por ahí que el agua cura, purifica, nutre, debería ser obligatorio beber ocho vasos, o más, de ese líquido en los momentos difíciles.
La lección aprendida, aceptar que la ausencia duele, y dolerá siempre, no importa la cantidad de tiempo que pase, pero ya no daña, forma parte del esquema de mi cuerpo y alma, de mi esencia. Fue muy doloroso y reconozco que no estaba preparada para ese golpe tan duro y certero del destino, más sí estoy convencida de que puedo salir adelante, de hecho, lo hice, soy prueba viviente de que lo que pareciera que te va a destruir, te reconstruye y uno tiene la libertad de elegir que esa nueva edificación sea buena o no. Yo elegí ser mejor, ser feliz por mí, por Dari, por los que están conmigo ahora y por los que vayan apareciendo para acompañarme en este viaje por la vida. A veces el paisaje del trayecto, vale más la pena que el destino final.
Espero puedan disfrutar de la serie que les mencioné; aparte de ser cautivadora, está llena de enseñanzas. No dejo de sorprenderme cómo la pérdida, el dolor, el duelo, forman parte de la cotidianidad de la vida, y, por ende, están reflejados no solo en libros, sino también en los filmes cinematográficos. Muchas veces los vemos, pero no queremos ver realmente, pero están ahí, y no se irán hasta que miremos de frente y lo trabajemos, porque el duelo requiere de un trabajo, que, en algunos casos, son más arduos que otros.
Con esta nueva conciencia que me regaló mi duelo me es fácil identificar los mensajes de lo que veo, incluso volviendo a ver películas que había visto hacía años. Ese descubrimiento me pone feliz, pues tengo la certeza de que la vida nunca va a dejar de maravillarme, incluso en los instantes de dificultad y dolor. Deseo lo mismo para todos ustedes.