Mientras transitamos el duelo, podemos sentirnos un poco desorientados, abrumados, perdidos, y, aún así, establecer la dirección hacia la sanación. Sé que es complejo tratar de entender, de hecho, yo no lo podía comprender, hasta que con trabajo y constancia ordené mi cabeza, y así pude fijar una bitácora de viaje, que fue mi diario de duelo. Gracias al mismo pude avanzar y no quedarme dando vueltas y vueltas sin sentido, ni inmovilizada viendo el tiempo pasar.
Es un trabajo excesivamente complicado, pues durante este recorrido nos encontramos con tantos obstáculos, con tantos baches emocionales, como me gusta llamarlos, es una ruta accidentada, si bien no podemos controlar los embates del camino, sí podemos siempre tratar de mantener fija la mirada hacia la meta, la aceptación, y, por ende, la sanación.
Siempre hago hincapié en esto, porque desde mi experiencia puedo afirmar que más que dificultoso, es muy doloroso, y agotador tratar de llegar. De hecho, muchas veces se convierte en una obsesión y tampoco sirve, pues en esta era de inmediatez, cometemos el error de que todo pase rápidamente, para no sentir, para no pensar, y es un gran error, pues durante el duelo es obligatorio sentir y pensar, por más que eso cause sufrimiento y dolor.
Es la única manera que esa herida que nos provocó la pérdida sane realmente, no que se forme una cicatriz superficial. La sanación llega cuando entendemos que esa marca, esa cicatriz, nos recuerda que lo que perdimos era valioso, pero aun así estamos agradecimos de haberlo tenido entre nuestras pertenencias más preciadas y valoramos cada minuto que pasamos con ellas. Esa huella no desaparece, permanecerá de manera perpetua como los recuerdos y el amor que nos legaron quienes se adelantaron a nosotros, hacia su destino final.
Cuando transcurrió el primer mes de la muerte de Dari, me di cuenta que ese pensamiento que tenía sobre que no sobreviviría sin su presencia física, no era verdad. Sobreviví, no fue fácil obviamente. Esa primera vez que empecé a contar su ausencia, me tocó en un viaje, capaz pensarán que como estaba de viaje me fue más fácil. Pues no, en ese momento ni todos los viajes alrededor del mundo me devolverían mis ganas de vivir, pero aun así estaba viva, pensando 24 horas en ella, y lo peor, en cómo habría ocurrido su deceso.
Seguía viva por el amor que Dari me dejó, y me demostró en ese viaje, pues fue uno de sus milagros, de sus regalos. La belleza, el amor y la amistad hicieron que mi cuarteado corazón siga latiendo, siga adelante, por más de que mi cabeza no quería saber nada de seguir en esta tierra.
La única verdad es que en ese primer mes conocí el infierno de la ausencia, de saber que no vería más a mi bebé, que no la tendría más entre mis brazos, ya no la olería, ni la besaría más… Es imposible no sentirse muerta, aun así, existía y tuve la oportunidad de dejar que la belleza de todo lo que me rodeara me salvara, sin pedirlo, sin pensarlo. Hoy con certeza digo que fue el amor de Dari, que me sostuvo y me impulsó hacia adelante. Jamás hubiera imaginado siquiera poder sobrevivir ese primer mes, pero lo hice.
Tanto fue que me amó que me obsequió una nueva mirada hacia la vida. ¿Cómo podría pagarle su muerte con mi infelicidad? Al principio estaba más que convencida que nunca más sería feliz, jamás tendría un motivo para serlo, pero con el tiempo y el trabajo en el duelo, me di cuenta de que sería un acto completamente egoísta no ser feliz. Sé que es difícil de entender, más es así, les aseguro que la felicidad es posible después de que se haya muerto una hija.
Me ayudó darme cuenta que yo era la persona más importante en la vida de Dari, ella me amó tanto y fui tan feliz a su lado, que no me parecía justo que no me esforzara para estar bien primero, e ir de a poco encontrar de vuelta dentro mío la felicidad. Porque incluso eso aprendí, Dari no era la felicidad, sino el amor que nos teníamos era lo que me daba esa felicidad, está dentro mío, por lo tanto, no murió con ella, está más vivo que nunca. Es por ello que en homenaje a ella y a ese amor trabajé hasta recuperar mi felicidad.
Las tareas del duelo no son labores amables de realizar, se debe transitar en este sendero lleno de espinas y lodos, se debe sentir, se debe gritar, se debe llorar, así es la única forma. Sentir todas las emociones que atropellan como un tren descarrilado y que a veces nos dejan inconscientes.
Está bien sentir todos esos sentimientos, no debemos juzgarnos por ello, no los hay buenos ni malos. Eso sí, les recuerdo que el enojo, el odio, el rencor no son buenos consejeros, son como venenos que nos carcomen por dentro. Permanecer en ellos solo hace que nos quedemos más tiempo estancados pensando en el suceso doloroso de la muerte y que lastimemos ya sea de manera consciente o no a quienes nos rodean. El antídoto para liberarnos de ellos es el perdón, perdonarnos por lo que sentimos, pensamos, y perdonar a quienes creemos que con su acción, omisión o indiferencia nos dañaron.
Tampoco tengamos el pensamiento mágico que todo estará bien porque lo decimos, o lo “decretamos”, no, no se vale mentirse a uno mismo, no porque cuando pregunten como estamos, y respondemos que bien, eso se hará realidad. Déjenme decirles que no funciona así, no debemos mentirnos, no le mentimos al otro al decirle que bien, sino a nosotros y eso no es ser leal con nosotros mismos. Lo mejor es contestar si quieren, que estamos viviendo un día a la vez, que hay días y días, o simplemente no contesten, ya nuestras miradas reflejan como se encuentra nuestra alma. Aquí quiero recomendarles que, si conocen a alguien que está transitando un duelo, no le pregunten como se sienten, porque realmente es incómodo contestar.
Según vaya transcurriendo el tiempo uno descubre que la vida sigue y por lo tanto se debe continuar también. La labor que emprendemos durante el duelo es muy extenuante, en consecuencia, debemos tomarnos un descanso cuando sea necesario, para reanudar energía para continuar, siempre teniendo como norte el amor y el aprendizaje que nos dejó quien partió y con la esperanza del reencuentro cuando sea nuestro momento.
Aquí les dejo algunas recomendaciones que me ayudaron los primeros meses del duelo, que son los más dolorosos:
*) No mentirse, siempre debemos ser leales a nosotros, no estamos bien, pues la herida por la pérdida de nuestro ser querido, es reciente y muy dolorosa.
*) Todas las emociones hirientes como el enojo, rabia, u odio, no está mal sentirlas, más no debemos quedarnos mucho tiempo en ellas pues lo único que hacen es incrementar el dolor.
*) Sé que al inicio del duelo estamos convencidos de que nunca más seremos felices, que la razón de nuestra felicidad murió, pero créanme no es así, es posible volver a ser feliz, gracias al amor, ese amor es eterno y nunca se perderá. Con paciencia y trabajo es posible.
*) Tener en cuenta que volver a ser feliz no es traición a quien partió es homenaje.
*) Recordemos siempre que nosotros somos quienes debemos fijar el rumbo del camino de nuestro duelo, por más de que no controlemos los obstáculos a los que nos enfrentemos.
Maravillosooo gracias ayuda mucho leer esto, mi esposo falleció hace 8 meses de cáncer y no es fácil pero es un día a la vez, siempre, voy honrar su vida siendo feliz y seguir hasta nuestro reencuentro ✨
Querida Mimi, lamento mucho tu pérdida, me imagino lo doloroso que será perder al compañero de vida. Te abrazo fuerte. Me reconforta leer que quieres honrar su memoria, siguiendo con tu vida y siendo feliz. Eso me da la certeza de que está firme en vos el sentimiento de la satisfacción del deber cumplido con él. Y es así habrá días buenos y días dificiles, y para esos días estoy aquí para hacerte compañía en este viaje hacia la sanación. Estoy segura que ese reencuentro será sublime en la eternidad. Gracias por leerme, seguimos cercanas