El camino del duelo no es lineal

Una vez comenzado el duelo, pensaba que este era una ruta recta, la cual avanzaría sin mayores sobresaltos. Pues me equivoqué, y grande. Este andar se vuelve cada vez más pesado según pasa el tiempo, es más, a veces uno cree haber hecho el recorrido en círculos, volviendo una y otra vez a pisar las mismas huellas, o haber pasado por el mismo paraje, ya que regresan esas emociones y sentimientos que creíamos haberlos dejado atrás.

Es como el electrocardiograma con grandes subidas y bajadas, pulsaciones que aceleran el ritmo, que nos dejan en un estado de angustia constante, o palpitaciones tan lentas que pareciera que en cualquier momento se detendrá ese golpeado corazón. Así avanzamos, con baches, curvas, rotondas que hacen que volvamos al lugar por donde ya pasamos. Todo eso es inevitable para poder realmente poder duelar de la manera más sana posible, recorrer el camino in extenso, sin atajos, ni distracciones.

¿Cómo podemos hacer un poco menos doloroso y engorroso este viaje? Primero vaciando un poco el equipaje de cosas innecesarias como las emociones que no nos dejan continuar, aquellas que son como pócimas que envenenan ya nuestra alma estropeada. También ayuda la actitud que asumimos ante lo que nos pasó. Si bien no podemos controlar las situaciones y circunstancias que nos pone la vida, sí podemos controlar y elegir qué actitud asumir ante ellas.

Soy consciente que no es para nada fácil, requiere un esfuerzo inmenso, mas es la única forma que por lo menos yo encontré para avanzar, tenía dos opciones, quedarme tirada en la cama (literalmente) esperando que la muerte venga por mí, viendo pasar la vida, o tomar impulso, levantarme y seguir, así como estaba mal herida, con el corazón destrozado y las ganas de vivir perdidas.

Ni en mis pesadillas más terroríficas imaginé pasar por lo que pasé, pero tuve que ingeniarme para sobrevivir a ello, y continuar mi camino, buscando esa paz que la muerte de Dari me arrebató, pues ya a ella físicamente no la tendría jamás. El duelo me enseñó que lo único que nadie me puede arrancar es todo ese amor que ella me dejó y la actitud con la cual decidí enfrentar este dolor sin dimensión. Era mío y solo yo podía decidir qué hacer con él, magnificarlo hasta que me ahogue o maximizar mi actitud y transformarlo en amor.

Cuando inútilmente atentaba contra mi bienestar, torturándome con el pensamiento que no cuidé lo suficientemente bien a Dari y que ya no podía hacerlo jamás, me invadía una impotencia que hacía que el dolor de su ausencia sea insoportable. Entender que no tenía el control de todo fue una liberación no solo de la culpa, sino de mi alma encadenada a mi falso pensamiento de que mis brazos eran lo suficientemente largos como asegurar su cuidado, no fue así, ni nunca sería así.

Opté por pensar que donde ya no podía cuidarla, estaría Dios haciendo esa labor, el Dios amor, quien la había recibido en el cielo. Aprendí el verdadero significado de la palabra adiós, que era encargársela a él hasta el momento de nuestro reencuentro. Esto lo pude asimilar luego de la reconstrucción de mi relación con Dios, la cual se deterioró, incluso mucho antes del deceso de Dari, con otro enfoque y con otra mirada. Le entregué no solo el cuidado de mi joyita más preciada, sino también este inmenso dolor que me carcomía desde dentro.

A mí también se me hizo difícil seguir viviendo sin la presencia física de Dari, por más que me repetía una y otra vez que ella ya estaba habitando en mi corazón. Había días en que mi alma no encontraba consuelo y se quedaba paralizada ante la realidad. Lo tangible era que ella ya no está, y nunca más estaría aquí entre nosotros, era una contienda entre lo que mi mente veía y quería desesperadamente creer. Batallas que muchas veces ganó las percepciones de mis sentidos, la ausencia de Dari. Qué mucho me resistí, qué mucho que peleé, hasta que dejé de oponer resistencia, y solo fluí, no sé si vencida por el cansancio, o fue el amor de ella que me guió e iluminó este sendero oscuro.

El dejar de resistirme a la realidad, también hizo que tome conciencia de la vida, si bien, en esta ya no podía gozar de la presencia de Dari, por lo menos en memoria de ella seguiría disfrutando de ella, siempre con la convicción de nuestro reencuentro en la eternidad. Sin contar los días restados, sino sumando buenos momentos y aprovechando las oportunidades que tal vez no volverán.

Me prometí empezar y terminar este viaje, sin cargas innecesarias, por más duro que sea el trayecto, seguiré disfrutando de cada parada, de cada paisaje, en compañía de quien quiera sumarse a mi red de apoyo, o me pida sumarme al suyo, este compromiso de ayudar a quienes caminan por esta ruta triste y confusa, sigue firme. Aquí estoy para quienes me necesiten, ya saben que mis orejas, mis hombros y mis brazos están esperando, y lo hago siempre con el corazón lleno de gratitud y de amor.

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