Es válido sentir enojo contra Dios. En toda relación siempre fluyen una series de emociones y sentimientos. La expresión de los mismos es totalmente legítima, porque a partir de los cuestionamientos e interpelaciones es que se puede reconstruir cualquier vínculo quebrantado. A mi me pasó, creía que mi enfado era tan grande que abrió un abismo entre Dios y yo, pero en relidad lo que logré fue un reencuentro con él. No me aleje, él me sostuvo todo el tiempo. Comparto un tantatotips, que aborda el tema.