En el camino lleno de obstáculos llamado duelo habrá días en los que no existan fuerzas para poder seguir. Me pasó en varias ocasiones, y prueba de ello está en mi diario, que comparto con ustedes para que tengan idea de que este trayecto no es lineal. Al contrario, es muy accidentado, lo que hace que a veces el cansancio salga victorioso ante la contienda con la voluntad. Porque de vez en cuando uno quiere, pero en serio siente, que todo el cuerpo es una especie de conjunto de pesas, lo que hace que el movimiento se prácticamente imposible.
Una vez más siento el cuerpo cansado pero mi mente se encuentra en alerta. ¿Qué me genera eso? Pues curiosidad de saber lo que está pasando en realidad en mi cabeza… Otra vez tenía la absurda idea de entender, por eso estaba cansada pues me resistía a sentir, y me presionaba la premisa de razonar todo y comprender todo.
Cuando comencé a escribir fue con la tarea de descubrir quién era yo y qué quiero. Me describí de una manera muy diferente a lo que hoy soy, pues crecí, tengo una versión mejorada de mi persona, o por lo menos yo me percibo de esa forma. Alguien que valora y quiere disfrutar de la vida y quiere conocer más de ella.
En los momentos de fatiga extrema, en los cuales quedarme inmóvil era hasta placentero, adopté ciertas costumbres, como mirar a mi alrededor y ver si había algo que necesitaba arreglar u ordenar. Este hábito no solo me mantenía en el presente, sino también generaba orden dentro del caos que ya existía en mi mente. Entendí que, si mi exterior estaba ordenado, también lo estaría mi interior. Todo ese movimiento generaría energía.
Aprendí mucho, pero a la vez siento que me falta un mundo entero por descubrir y tomar el aprendizaje significativo de cada experiencia, siempre y cuando eso me ayude y ayude a otro. Es una sensación muy satisfactoria poder mostrarse como uno es, así imperfecta, abierta con esperanzas y con ganas.
Dejé de pensar que yo podía haber hecho algo para cambiar lo que ocurrió, una completa y exagerada soberbia de mi parte, creer que tenía el “poder mágico” para impedir algo o transformar lo inevitable, porque así es la muerte, absoluta e inevitable. Así que de la muerte mucho no se puede decir ni hacer, pero sí de la vida. Ya no podemos deshacer lo que pasó, no podemos vivir mirando el pasado. Sí podemos hacer mucho aquí en el presente, enfrentando con la mejor de las actitudes la circunstancias que nos toquen, eso sí está en nuestro alcance.
Si bien la muerte de nuestro ser querido es irreversible, el amor que sentimos por ellos es eterno, no morirá jamás. Así como todo lo que ellos nos enseñaron en vida, todo lo que nos entregaron, los momentos felices que pasamos juntos. Todo eso es perenne en el tiempo, no tiene fecha de caducidad, se encuentra guardado muy en el fondo de nuestro corazón y permanecerá ahí hasta que llegue nuestro momento del reencuentro.
Es increíble notar como tanto la vida y la muerte son grandes maestras, es imposible no aprender de ellas, muchas veces sus métodos no son los más afables, y aun así enseñan. Ambas sacan las vendas de los ojos, pues a veces estamos tan sumidos en lo cotidiano que no podemos percibir cada momento, cada regalo, cada milagro.
La vida es un regalo. A veces trae consigo obsequios no pedidos, incluso no deseados, pero, así como vienen deben ser aceptados, ya luego veremos que se hace con ellos, si les damos algún uso, o los dejamos para cuando sean realmente necesarios. Está en nosotros conservarlos, o tomar el aprendizaje significativo para luego soltarlos.
Es importante recalcar que cada uno de estos regalos, trae consigo un detalle que podemos tomarlo o no y ese pequeño detalle puede hacer la diferencia en transformarnos en mejores personas o quedarnos sumidos en la tristeza. El detalle al que me refiero es el aprendizaje que viene consigo. Con esto no estoy afirmando que las cosas pasan para que nosotros aprendamos algo. No. La vida no tiene ese tipo de métodos didácticos. Ocurren porque así debían ser. No pasan para darnos una lección o como consecuencia de algo ni de una sanción.
Una de las frases que odiaba escuchar era “por algo ocurren las cosas, tal vez algo tenías que aprender…”. No. la vida no me arrebató a Dari para que aprenda algo. Yo elijo tomar el aprendizaje significativo de lo que pasó, yo decido crecer y ser mejor persona, más empática, más generosa, con ganas de conectar y ayudar a quienes pasaron por la misma pena, y no quedarme siendo una sombra deformada y triste de lo que fui.
La elección depende de mí, si elijo querer continuar viviendo, disfrutando plenamente de mis afectos y soltar el dolor desgarrador que generó la muerte de Dari o seguir como alma en pena hasta el día en que me vaya de este mundo. El soltar no significa que la suelto a ella, porque ella ya vive en mí. Suelto el sufrimiento, la rabia, el enojo, la tristeza, la pena, esas emociones que hacen excesivamente pesado mi equipaje y que no me dejarán gozar del viaje por la vida.
Les dejó estos tres consejos que a mí me sirvieron durante el duelo:
*) El orden exterior es tan importante como el interior, hay que cuidarlo porque conecta con el presente, y es la manera de seguir avanzando.
*) Sobre lo que pasó, la muerte de nuestro ser querido ya no podemos hacer nada, no podemos cambiar lo que ocurrió. Pero de la vida podemos hacer todo, es también una decisión
*) Si bien la muerte es absoluta y acaba con la vida de nuestro ser querido, no así con lo que sentimos por ellos. Es muy importante recordar que el amor es eterno.
Cuánta sabiduría cuánto aprendizaje El duelo nos hace fuertes nos transforma Muchas gracias por toda tu enseñanza Aplausos para ti para tu espíritu que sobrevive y vive cada día! Abrazo gigante!❣️
Lorena querida!, muchas gracias por tus palabras, me alienta a seguir contando todo lo que aprendí y sigo aprendiendo de la vida. Seguimos cercanas. Un abrazo fuerte