La última semana del año llegó casi sin avisar, en un pestañeo prácticamente. Si bien, por todo lo que representa esa semana, no me dejó mucho espacio para reflexionar al respecto. Traté de hacerme de ese tiempo, confeccionando un inventario y balance de todo lo aprendido, de todo lo que perdí y, en consecuencia, de lo que gané.
No fue fácil porque fue mirarme y reconocer tal vez algunas cosas que aún no pude cambiar o no quise, más en mi báscula personal pesan más las satisfacciones de ganancias que los dolores de las pérdidas. Por tanto, debo implementar unas de las lecciones que el duelo me enseñó, que es el agradecimiento: agradecer por todo lo que tuve, tengo y quizás tendré. La gratitud es la mejor postura ante la vida.
El año pasado fue uno atípico que no nos permitió quizás hacer lo que todos queríamos, o teníamos planeado, ya sea por la situación en la que nos encontramos aún en pandemia, o simplemente por circunstancias emocionales que aún se deben acomodar. Una vez más la vida demuestra que nada, absolutamente nada, está bajo nuestro control, solo nuestra actitud ante los eventos que ocurren. Igual para mí fue extraordinario, a pesar de las distancias, a pesar del peligro aún latente del COVID.
Al asumir este desafío de escribir sobre la muerte de Dari, y, en consecuencia, sobre el duelo, no tenía idea de la recepción que tendría, y aun así lo hice. Fue más bien para estar en contacto de alguna manera con personas que sentían el mismo dolor, o que, por algún motivo se encuentran transitando ese camino escabroso llamado duelo. Saber que de cierta forma puedo apoyarlos, acompañarlos contribuyo en la sanación de mi corazón, estoy inmensamente agradecida por ello. Una amiga de duelo decía: “Una pena compartida es una pena diluida”. Es una de mis recomendaciones compartan la tristeza, el dolor, la carga se vuelve más liviana.
Creo que gané más de lo que perdí, porque todos los días se pierde algo, ya sea un poco de esperanza, un poco de autoestima, de ilusiones, más esas pequeñas fugas son opacadas por la gratificación de saber que alguien se sintió apoyado, acompañado por mí. Como diría Gustavo Cerati: “No es soberbia, es amor”, es el amor de Dari el que me impulsa y me guía en esta aventura.
También debo mencionar las amistades nuevas que el duelo me regaló, personas que se cruzaron en mi camino, con las cuales compartimos el mismo pesar, así como también las mismas ganas de sanar, tanto aprendí de ellas y aun me queda mucho por aprender. A muchas de ellas solo las vi a través de la pantalla de la computadora, y a otras conozco solo por la voz, incluso por sus escritos. Esto me demuestra una vez más que se puede percibir no solo con los sentidos, con el alma y el corazón basta.
Entendí que las pérdidas son inevitables, más pude rescatar oportunidades únicas de ellas, para crecer. Sé que así como gané seguiré perdiendo, más ya acepté que la vida es como el océano con olas inestables, algunas más grandes que otras que tiran y sacuden con fuerza, y otras tal vez solo como caricias refrescantes. Hay que aprender a sumergirse y nadar incluso contra corriente, y otras veces simplemente flotar y dejarse llevar.
Debo reconocer que tuve mis momentos de neblina espesa, en los cuales sentía que no podía, que estaba derrotada por la frustración y la pena, era signo de que debía parar, para descansar y reanudar fuerzas, porque en realidad lo que pretendía era huir inútilmente de la tristeza, ella siempre me va alcanzar, quise ser más veloz, lo cual es imposible. La tristeza, así como ese vacío por la ausencia de Dari, siempre estarán, al igual que el dolor, solo que cada vez están más dormidos y muy de vez en cuando despiertan para recordarme el valor de la ausencia y la intensidad en la que amé. Gracias a Dios, al universo, a la vida, son solo momentos, y cada vez más breves, señal que voy en la dirección correcta. Esto también es parte de mi todo, y la abrazo y la acepto, así como es.
Rescato que en esta nueva versión fui memos dura conmigo, pude reconocerme humana con defectos, los cuales me puede hacer fallar, traté y trato de ser mejor para mí y los demás. Por tanto, no culpo a quienes se hayan alejado, pues todos cumplimos ciclos no solo en este mundo, sino en la vida de los demás y me parece válido alejarse de quienes ya no aportan nada a la nuestra. No lo digo como un acto de egoísmo ni de superioridad, sino más bien para establecer vínculos sanos, no todas las relaciones perduran en el tiempo, mejor que nadie sé, que nada, absolutamente nada, es para siempre. Por tanto, disfrutemos de los lazos estrechos que tenemos y de aquellos que deban partir, los dejemos hacerlo a su libre albedrío. Siempre agradeciendo su paso por nuestra vida, así se debería cerrar la etapa con una persona que ya no quiere o ya no pertenece a nuestro círculo íntimo.
Hay un ejercicio emocional que aprendí hace poco, me sirvió no solo para realizar la valoración de algunas relaciones en mi vida, sino también pude evaluar cual fue mi aporte en ellas. En una hoja escribí dos columnas, en una pondría las cosas que me aportó una persona en particular y en otra las contribuciones que hice a la suya. Y así pude visualizar lo que dejé de hacer por otros de manera consciente o no, y que dejaron de contribuir los otros en mí. Obviamente la decisión final es mía de seguir o no con esos vínculos. Y esto no tiene nada que ver con el sentimiento, porque uno puede seguir queriendo a alguien, con quién ya no está tan íntimamente ligado. Deseándole el bien y queriéndole desde lejos.
Lo que sí tengo claro es que con cada despedida, perdoné y pedí perdón por no haber cumplido con lo que tal vez la otra persona esperaba y viceversa, por las expectativas falsas que me edifiqué y que hice creer al otro. Es mejor relacionarse desde la realidad y la voluntad sincera de dar a los demás. Finalmente, di gracias por todo lo adquirido y aprendido de todo aquel que se cruzó por mi camino. Así deberíamos cerrar ciclos, etapas, como quieran llamarlo. Perdonar, pedir perdón y agradecer.
Les deseo un nuevo año repleto de esperanzas, con fuerzas renovadas y con la confianza puesta en la vida, por más que esta se torne adversa muchas veces. Que tengan los pies firmes para soportar cualquier embate y la cabeza, el corazón, el alma, al igual que los brazos abiertos para recibir todo aquello que nos deba de llegar. Que disfruten de la presencia de sus afectos y que el amor de sus seres queridos que no están físicamente les ilumine y guíe siempre.
Que maravilloso espacio! que riqueza en cada palabra y en cada reflexión! Gracias Su! te admiro y te quiero siempre, FELIZ 2022 a vos y tu hermosa familia!
Gracias amiga querida!!!, saber que me acompañas en esta aventura, llena mi alma de gozo. Te envío un abrazo fuerte y te deseo y feliz 2022 lleno de bendiciones.
Te quiero mucho