El duelo es un proceso bastante difícil de vivir, lo cual como lo había mencionado antes, tiene varias etapas, cinco, según lo que estudié y pasé. Más para mí es como un camino, uno muy empinado y accidentado, lleno de baches y obstáculos. Y sí, se pasa por varias paradas, desde el shock, la negación de la primera noticia, el enojo, la negociación, la tristeza extrema siendo ya una depresión reactiva, hasta finalmente llegar a la aceptación.

Hay veces que a uno salta de parada en parada en un mismo día o se queda varado por mucho tiempo en una de ellas, lo cual es peligroso y lo digo desde mi experiencia. Me quedé mucho tiempo en el enojo, porque me era más fácil estar enojada que expresar de manera real mi tristeza, era más fácil decir que era víctima del destino, de Dios, de la vida, que asumir las riendas de mi vida y tratar de sanar. Hacerme cargo de la persona que más me necesitaba en ese momento, que era yo.

Ya no podía cambiar lo que pasó, solo tenía control de qué podía hacer con eso que pasó. También me quedé cómodamente acostada en el pozo de la depresión, no quería salir de allí, pues me martirizaba hasta con sadismo, pensando de que en mis manos estaba la salvación de Dari, haciendo de la culpa mi bandera. La inútil omnipotencia humana, pensando todo el tiempo en qué si hubiera hecho algo diferente, habría cambiado el curso de los hechos, y obviamente no es así, que pensamiento más errado. Creo que la mente prefiere sentirse culpable que inútil. Cuando mi estadía en la depresión fue prolongada, pedí ayuda, hice terapia, y pude ponerme de pie.

Descubrí dos maneras que me sostuvieron en el sendero de la sanación, una fue la escritura, tener un diario donde iba relatando mi día a día, mis emociones, las cuales si no las sacaba fuera me iban a ahogar. Así fue que empecé a escribir, y sentir cierto alivio, o por lo menos más liviana.

La misma sensación tuve cuando decidí expresar lo que sentía por medio del arte. Si bien yo lo hice con un mosaico, el cual no solo representaba mi transitar en el duelo, sino también fue la manera de honrar la memoria de Dari. Era también mi forma de darle regalos. Es por ello que decidí que cada fecha de aniversario de su nacimiento o muerte, la iba agasajar con un obsequio una pieza que es agregada a un mural que tengo en mi casa, en su honor, ella ya no ocupa un lugar físico de la casa, pero aun así tiene su espacio.

Esa fue la manera que encontré para sentirme más conectada con ella, y con mis afectos presentes. También es la forma en la que puedo expresar lo que siento por ella, lo que ella representa para mí que es la belleza y el amor.

Sí algo aprendí de la muerte de mi hija es que todos tenemos una fecha de expiración y que la vida se acaba en algún momento, por eso debe ser valorada y disfrutada. Así también que la muerte se llevó el cuerpo de Dari, no lo que siento por ella, que es el amor. Ese amor que no se puede ver, ni tocar, así es ella ahora, y tengo la certeza de que está en lo profundo de mi corazón, en los ojos de mis otras hijas, en los abrazos y besos de mi marido y en toda la belleza que me rodea.

Al poco tiempo de su muerte, había llegado a mis manos un cuento cortito de Robert Fisher que se llama la mariposa más pequeña. Y hubo una frase que me recordó a Dari.“Que la mariposa es el símbolo de la inmortalidad, porque incluso cuando su cuerpo se ha ido, su belleza perdura para siempre”. Y así fue y será ella para mí. Por eso decidí representarla como una mariposa. Es por eso que al mural que tengo en mi casa se le añade cada 17 de marzo y cada 14 de septiembre una mariposa. Así la agasajo, así la recuerdo, así le doy un regalo. Así doy gracias por el tiempo que pasamos juntas, y agradezco que me haya elegido como su mamá.

Cuando me refiero a qué hacer con el duelo, es que existen dos caminos, uno es dejarle las riendas sueltas al dolor hasta que nos destruya, esperando el día de nuestra muerte. Y la otra opción es trabajarlo, mirarlo, abrazarlo, aceptarlo, para así transformarlo. Y ¿Cómo se puede lograr? Pues expresándolo, de la manera que sea, como mejor les parezca. Yo elegí la escritura, y un poco de arte. Además, debo mencionar que cuando sentía que las fuerzas me abandonaban, no dudé en pedir ayuda, porque ya tenía conciencia de que sola no podría avanzar, debía cuidar de mi salud integral y muy especialmente de mi salud emocional y mental.

Por tanto, ¿Qué hacer? Pues aceptar este proceso llamado duelo, trabajar el dolor, el tiempo que sea necesario y así transformarlo para volver a ser feliz en homenaje de quien partió. Elijan la manera de expresarse, ya sea escribiendo, pintando, creando, lo que les nazca y así esa pena que pesa tanto se irá mutando, acomodando hasta encontrar su lugar en sus almas. Y si sienten que solos no pueden, acudan a quienes les ayudarán a encontrar nuevamente el equilibrio entre las emociones y los pensamientos, así se sana un corazón que estalló de dolor.

 

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