La empatía, la solidaridad y el amor empiezan en uno

Sé que en este camino empinado, llamado duelo, es difícil encontrar empatía, solidaridad, incluso un poco de amor de los demás. A veces simplemente no queremos ver, porque estamos cegados por el dolor, por el sufrimiento, por ese vacío que dejó quien partió. Esa sensación de incomprensión hace que todo pese más, que toda duela más.

Además, es una realidad que no podemos contar con compañía las 24 horas del día, la vida sigue y los demás tienen sus tiempos y ocupaciones. Aclaro que eso no significa que no somos importantes para ellos, simplemente la vida de ellos no se detuvo como sí pasó con quién está en duelo. Por eso no podemos medir nuestro ritmo con el de nadie, ni siquiera si esa persona pasó por una pérdida similar. Porque todo duelo es único e irrepetible, así como cada uno de nosotros y solo aquel que lleva a cuestas una herida, sabe cuánto duele, nadie más lo puede dimensionar.

Por todo eso reafirmo que la comprensión la debemos buscar dentro de nosotros mismos primero, esa empatía, esa solidaridad y amor están en nuestro interior, solo debemos dejarlos salir. Es una de las primeras reglas en el duelo. Tenerse paciencia, ser bondadoso con uno mismo, y, por sobre todo, quererse. Pensemos que estamos ayudando y apoyando a nuestro mejor amigo a quien amamos profundamente, a ese amigo incondicional que somos nosotros mismos. Así debe ser, para poder sanar.

Como lo dije en varias ocasiones, no es sano tratar de ocultar las emociones que afloran durante el duelo, esto solo nos sumerge a un letargo y nos retrasa en el proceso, con esto no estoy diciendo que sea una carrera y que debamos apretar el acelerador para terminar pronto el duelo. No es así. Más sí quiero recalcar que todo aquello externo que puede adormecer el dolor no ayudan en nada, y me refiero al alcohol, drogas, cigarrillos, incluso algunos medicamentos, sobre todo en exceso.

En cuanto a los medicamentos si fueron recetados por un profesional de la salud obviamente que es mejor que los sigan utilizando, solo que siempre bajo su supervisión. Todo en lo que nos extralimitemos daña, y más cuando lo que se quiere evitar es sufrir, solo hace que el sufrimiento  aumente su tamaño y se vuelva incontrolable.

Cuidarse de eso se trata de ser empático, solidario y amoroso con uno mismo. Cuidar del cuerpo, comiendo bien, durmiendo bien, haciendo ejercicio. Cuidando de la mente, tratando de tener pensamientos buenos, leyendo libros que nos pueden reconfortar, escuchando música, podcast. Cuidando el alma, y por sobre todo el corazón que está en la ardua tarea de sanar y reconstruirse. ¿Cómo lo hacemos? Expresando todas esas emociones que tenemos. Por eso se vale llorar las veces que sea necesario, se vale gritar, se vale hablar una y mil veces de lo que nos pasa o de lo que duele. Llorar, hablar, escribir, crear, pintar, cantar. Etc. todo sana y son actos de amor, que podamos manifestar para quien ya no está y para con nosotros mismos.

En el duelo no existe una receta mágica para que este acabe pronto, o duela menos. No existe eso, lastimosamente el dolor debe sentirse, debe ser visualizado, incluso valorado, darle su lugar en nuestro mundo para así poder trabajarlo y finalmente transformarlo. Este se convierte junto a la pérdida en los bienes más sagrados que tenemos hasta que sanemos. Por eso, no andemos comparándonos con nadie, por más que hayamos pasado por lo mismo, no es así, cada uno vive su duelo en un tiempo y forma diferente. Paciencia, empatía y amor son las claves.

El duelo durará lo que deba de durar, no se desesperen ni pierdan una de las cosas más importantes para seguir en esta vida, la esperanza. Con ella se puede recordar el pasado con alegría, se disfruta al máximo del presente y se espera con confianza de que lo que vendrá será mejor.

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