El dolor de perder a un igual

Soy consciente de que todos los duelos que me tocaron y tocarán vivir son diferentes. Es más, duelen diferente, y no son nada fáciles de transitar. Hoy me toca con todo el dolor que eso implica ir despidiéndome de poco de una amiga, alguien como yo, que debería de tener muchos años por delante para disfrutar de esta vida. Mas no siempre la vida se comportará como quisiéramos.

Saber un diagnóstico certero sobre una enfermedad, que lastimosamente no se detiene, ni tiene fecha exacta de extinción genera incertidumbre, impotencia, rabia, y miedo. No saber que decir a quien la padece, es todo un reto, porque pareciera que esa persona está esperando la respuesta correcta, cosa que no existe. No solo no existen repuestas, ni siquiera las palabras adecuadas. A veces lo más certero es que esa persona sepa que una está para ella, que la quiere y la acompaña, por más que no entienda las decisiones del destino, ni pueda hacer algo para calmar el dolor que siente.

En esta oportunidad, doy gracias a ese dolor que conocí con la partida de Dari y que hoy está transformado en mí, fue un maestro y me dio las herramientas necesarias para hacer más llevadera estas situaciones. Me duele, me entristece, mas, respeto a la vida como es, y entiendo que debo asumir la mejor postura posible ante esta situación, la cual no puedo cambiar, pero si puedo acompañar. Agradeciendo desde el alma todo el tiempo compartido con mi amiga.

Sé que se vienen tiempos difíciles para ella y nosotros, y para poder acompañarla debo sacar fuerzas de algún lado, de la misma manera debo permitirme sentirme vulnerable, para que desde lo profundo de la fragilidad pueda seguir a su lado, para lo que requiera, o simplemente para hacerle compañía

La imagen que se refleja en este espejo que me muestra la vida no es para nada agradable, hace que me cuestione tantas cosas, y me sumerja en un mar de dudas, las cuales tal vez jamás las disipe, mas sé que no debo dejar que me arrastren porque así hundida en la tristeza, no podré ayudar a nadie, ni siquiera a mí.

Esta vez la muerte se me presenta de manera diferente, se vistió de forma distinta, es más, me asusta porque su apariencia es muy parecida a la mía. Saber que uno no es lo suficientemente joven para seguir en este mundo hace que se forme un nudo enorme en la garganta y cabeza difíciles de desenredar y de entender. Confío en que pueda soportar su presencia hasta que se retire llevándose lo que vino a buscar. Esto también es aprender a aceptar la vida

Espero tener la claridad mental suficiente para hacer frente a esto, el corazón y el alma ampliados para sostenerla y sostenerme. Me queda como tarea fortalecer la postura de gratitud ante todo, para que la calidad de los momentos que nos reste por vivir, sean los más plenos posibles. Qué difícil es admitir que es mejor que prevalezca la calidad ante la cantidad. Sería maravilloso poder combinar ambos, más no se puede, no en esta vida, no en este plano.

Sigo sumando aprendizaje de lo que me rodea, si bien trae consigo un trago muy amargo que lo hace hasta imposible tolerar. Me prometo hacer todo que esté en mis manos para que este trayecto sea lo más soportable posible para mí y para mis afectos.

La herida que deja la partida de un amigo es dolorosa y profunda, ya que es la muerte de una parte de uno, de la juventud, de las experiencias y de las decepciones compartidas. Es el deceso de uno mismo visto en el cuerpo del otro, del igual, del par. Igual así con este nuevo dolor, doy gracias por haberse cruzado nuestros caminos, y por las huellas que dejó marcada mi alma. Sé que mi corazón se ampliará para hacerle el lugar que le corresponde y habitará ahí, hasta el momento en que nos volvamos a encontrar.

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