En mi recorrido en el camino del duelo me topé con cosas agridulces como aquellos recuerdos que en principio parecen que reconfortan el alma, pero tienen un dejo amargo, que a veces se hace difícil de digerir. Si bien es así, confío en que cada vez será menos, o por lo menos espero seguir aprendiendo a tolerar esa sensación de tristeza y amargura, para luego transformarla en una dulce nostalgia.
Hay fotografías, que son pruebas del paso de Dari por este mundo, y también, de toda la felicidad que ella nos brindó, con sus travesuras, sus ocurrencias, su ternura, su amor, y todo eso quedó. Increíblemente por más que no la podamos ver, ni oler, ni tocar, está, sé que no es fácil de explicar esa percepción, más yo la siento real, y eso me ayuda, me hace sentir bien y con eso me basta.
Cada día estoy más convencida de que la misión que ella tenía en esta tierra se cumplió a cabalidad, no solo por las huellas que dejó, sino todo lo que nos enseñó. Particularmente a mí que no tenía idea de mi capacidad de amar. Siempre pensé que a mis hijas las amaría siempre y de manera incondicional, más con ella sí se cumple ese amor absoluto, pues ella ya no tiene expectativas que cumplir, ni demostrar nada más, simplemente es amor. También me mostró la fortaleza, la cual yo creía que carecía, y además demostró que a pesar de todo el dolor se puede seguir viviendo con el plus de volver a ser felices.
Creo que la cantidad de aprendizajes que obtuve en este proceso es casi proporcional al dolor que sentí al principio. No es que ya no lo siento, el dolor de su ausencia, de saber que no la podre ver crecer, estará ahí siempre acomodado, a veces dormido y otras vendrá a recordarme el valor de lo perdido. Eso sí es tan maneable, que este muta con el tiempo, tomando la forma más sublime de amor.
Los recuerdos, las fotos, los vídeos son mis tesoros más preciados, los cuales no solo encienden mi cabeza y corazón con las imágenes de Dari, sino que son mi combustible para seguir, y un recordatorio de que el amor es eterno e infinito. A veces lloro cuando las veo, y a la vez siento una dulce caricia que estoy segura que es ella.
Esos retratos antes eran objetos de torturas para mí. Mas una vez que dejé de pelearme con la realidad y con la vida se convirtieron en la mayor fortuna abstracta que poseo. Hoy puedo verlas con esa nostalgia dulce que aprendí a crear, puedo hablar de Dari, sin que me tiemble la voz de dolor, puedo recordarla, mientras sonrío y verla en el reflejo de mis ojos y las miradas de sus hermanas, puedo sentirla en los abrazos de su papá y puedo brindar por su vida, con todo aquel que la nombra y recuerda.
Hoy agradezco haberla tenido en mis brazos por más breve que haya sido. Doy gracias incluso a todo ese dolor que me cegó en algún momento, el cual me permitió reconstruirme, fortalecerme y entender que el amor de ella y de los que me rodean, me devolvieron la luz que necesitaba para apreciar, disfrutar y seguir con mi vida. Además, sigo manteniendo la esperanza firme del reencuentro en la eternidad, ese es mi mejor consuelo, que en cuanto llegue mi momento nos volveremos a ver y está vez será para siempre.
Que los recuerdos de los momentos compartidos, no sean motivo de sufrimiento, que sean la razón por la cual continuar con la vida de manera plena, siendo felices, honrando así la memoria de quienes hoy están en el corazón.